domingo, 2 de noviembre de 2014

Perdida

Como a muchos otros, lo primero que se me vino a la cabeza cuando oí hablar de Perdida fueron las clásicas películas de antena3 de sábado por la tarde. Y me costó dejar atrás esa idea, la verdad, pero la gente hablaba tan bien de ella que al final decidí darle una oportunidad.
Me habían comentado que Perdida no abandonaba los elementos propios de aquellos típicos thrillers, sino que los reorganizaba hasta dejarlos casi irreconocibles. Esa es seguramente la definición más clara de esta película, así que por ese camino a mí me queda muy poco que hacer. 
Todavía más que este hábil reciclaje, al principio me descolocó un poco el tratamiento del tiempo en Perdida. No es que los flashbacks resulten complicados (a estas alturas ya estamos más que acostumbrados a ellos); lo que pasa es que en Perdida nunca queda claro qué ha pasado realmente porque todo depende de los ojos que miran al pasado. Creo que en esta película aprovecharon al máximo esta cuestión y consiguieron darle una nueva dimensión a este tipo de historias. No me detendré mucho más en ello porque Perdida es una de esas películas a las que es mejor acercarse con poca información.
A pesar de este genial dominio, es cierto que acabaron quedando algunos cabos sueltos, como qué es lo que realmente impulsa a la protagonista, qué significa el final, qué pasó con las grabaciones de la casa del lago... Espero no haber soltado ningún spoiler.
En fin, de todas formas no te das cuenta de esto hasta que sales del cine y te paras a pensarlo. A mí me parece que eso ya tiene su mérito: implica que la historia te ha atrapado tantísimo que no has podido pensar en otra cosa, ni siquiera en el tiempo, y eso que es una película de dos horas y media.

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