lunes, 27 de enero de 2014

Un tipo serio

Hace algunos años, disfrutando de mi recién estrenada mayoría de edad, hice un viaje super express a Madrid para ver a uno de mis grupos favoritos (uno de los pocos en activo así que hay que aprovechar ¿no?). Cinco horas en autobús dan para mucho, en concreto para unas tres películas. Un tipo serio fue una de ellas. El problema es que no me habían dado cascos y, si no recuerdo mal, la televisión no tenía color. Así que sólo pude ver algunas imágenes sueltas, pequeñas, sin color, sin sonido. Y a pesar de todo, Un tipo serio se quedó grabada en mi memoria desde ese mismo momento. 
Ayer por fin pude ver esta película en condiciones y, sorprendentemente, aún flotaba en el ambiente un cierto aire de irrealidad, aunque la historia que cuenta no podría ser más "natural", a falta de una palabra mejor. No entraré en detalles, por ser fiel a la costumbre. 
Hay algo en Un tipo serio que la aleja de muchas otras películas que he visto. Es, supongo, la sensación de que hay algo más en alguna parte, no importa qué, ni dónde, entre otras cosas porque no puedo saber si es culpa de la película o de mi alucinado y agotador viaje de aquella vez. Creo que hay un poco de ambos, aunque ya no lo puedo saber. El caso es que Un tipo serio sigue rondándome, en cierto modo. Los hermanos Coen se mueven en esta película alrededor de esa fina línea que separa una realidad de corte naturalista y el más puro esperpento; pero es que los hermanos Coen pueden saltar a la comba con esa línea. 
Ved Un tipo serio. En el sofá o en el autobús, en coche, en la cama, donde queráis. Es una película memorable de todas las formas posibles aunque, todo sea dicho, quizás el final me resultó demasiado abrupto. Y digo "quizás" porque quizás realmente es mejor así. En el fondo no falta información: un final rotundo queda suspendido sobre protagonistas y espectador, sobre todos nosotros, tan normales, tan solemnes, tan serios

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