No sé muy bien qué tenía en mente cuando empecé a leer esta novela pero, desde luego, se parecía poco a lo que me acabé encontrando.
Recuerdo que este libro me lo recomendó una antigua profesora de Lengua cuando estaba en el instituto. Sigo teniendo muy buena opinión de ella así que no me preocupaba lo más mínimo saber de qué iba para querer leer Bartleby, el escribiente. Aunque, todo sea dicho, la sinopsis me habría ayudado poco, por lo que pude ver una vez terminada la lectura.
De todas formas, la gracia de esta historia está precisamente en que el misterio se abre paso a través de lo cotidiano casi sin que te des cuenta. Como una ráfaga de aire frío, este sobrenatural personaje estará de pronto sobre ti, clavándote esa mirada impertérrita.
En ese sentido el desarrollo de la trama es simplemente brillante. Sin embargo, sí eché en falta un final... algo distinto. No sé cómo explicarlo sin estropearlo. Quizás ya hablo demasiado si os digo que se me hizo demasiado coherente con todo lo demás, como si en la historia de Bartleby no pudiese haber ningún punto de inflexión. Aunque, bien mirado, a lo mejor esa es la clave de su sentido como personaje.
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