domingo, 1 de abril de 2012

Inadecuación

El don de la oportunidad no existe: son los padres.

 VI

- Puede sonar a excusa, pero vengo de un entorno complicado, por decirlo de una manera suave. Nunca he visto las cosas en rosa; me encantaría, pero no soy Edith Piaf. 
Para enfrentarse a los propios demonios, cada uno desarrolla un mecanismo de defensa, y el mío siempre fue la literatura. Me escondo, y creo que todos los escritores lo hacemos, en un caparazón de papel y tinta (que no se diluye con lágrimas: llorar es de blandos y nosotros, creadores, no podemos permitirnos ese lujo). 
Me gusta pensar que no estamos determinados por nuestro entorno; en tal caso, no sería posible hacer ningún tipo de avance ¿no? Sin embargo, no puedo ignorar una verdaderamente poderosa influencia de los primeros años de vida en todo lo que habrá de venir después.
En mi caso, diría que esto deriva en un irresistible apego por lo literario que, en ocasiones, me deja muy fuera de lugar. Me vuelve, en otras palabras, inadecuada. 
No soy capaz de amoldarme a un registro concreto y, si lo hago, es fuera de tiempo. De alguna forma, una parte de mí encuentra una situación más o menos dramática y la intenta convertir en algo interesante. Interesante desde un punto de vista literario, quiero decir. 
Es poco o nada útil -casi perjudicial, incluso- pero por lo menos me entretiene. En ese sentido, me sería mucho más rentable hacer sudokus o crucigramas, supongo. 
No sé si me explico.


Debe de ser verdad que tengo un acento horrible.
Me siento intimidada por la mirada de esta mujer. Tiene una forma de observarme, fría y clínica, que resulta tremendamente incómoda. 
Quiero decirle que este retraso no ha sido culpa mía. Quiero hacerlo de una forma calmada, elegante y práctica. 
Me encantaría que del parlamento anterior se quedase sólo con la prueba de mi escaso pragmatismo, pero tengo la sensación de que eso no va a ser posible. 

Es cierto que la puntualidad no es precisamente una de mis virtudes, pero mejoraré, lo prometo.

Recojo mis cosas y salgo del despacho. 
Me enfrento a un pasillo vacío y oscuro, y a un silencio que no me atrevo a romper.

No hay comentarios:

Publicar un comentario