viernes, 2 de marzo de 2012

Dulce memoria amarga

Hoy me siento socrática. Además, estoy de mal humor.

V

Hay mucha gente que dice que sería bonito poder olvidar. Pero de qué serviría eso, me pregunto. ¿No sería incluso peor?
Dejadme hacer un poco de mayéutica, a ver si así consigo explicarme un poco mejor. 
Así a grandes rasgos, pienso que la memoria es un rasgo evolutivo que no deberíamos despreciar. ¿No es acaso lo que nos impide repetir el mismo error? O simplemente saber que es un error después de haberlo cometido la primera vez. No me parece poco. He dicho que la memoria es un gran don, no que nos haga invulnerables. Si lo fuésemos... qué aburrimiento ¿no?
No me entendáis mal, no es que me vaya el sado (o su equivalente emocional, cualquiera que sea su nombre), pero he encontrado un símil entre la agricultura y el arte que me gusta especialmente. De mi propia cosecha, además. Veréis qué bonito: 
  • En un huerto, se cultiva y fertiliza la tierra con abono ¿no? 
  • Y el abono, por dejar la finura a un lado, no deja de ser mierda ¿verdad? 
  • ¿Y no es igual de cierto que llamamos "mierda" a todo lo malo que nos pasa?
  • Esa mierda, amigos míos, es lo que le da profundidad a cualquier obra. La vida es dura, pero es cierto. Creo que los que estéis leyendo esto y os dediquéis a alguna rama del arte, no importa cuál, me entenderéis perfectamente. Y si no, igual soy yo; puede que hoy lo vea todo muy negro.

La verdad es que no me acuerdo muy bien a qué venía todo esto...

Creo que estoy de mal humor porque me he encontrado de pronto cubierta de estiércol (no literalmente, por suerte) justo cuando me las prometía muy felices. 
Se me junta todo: lo de mi padre, lo de la carta de Hogwarts... Todo a la vez.
Y es que según me muevo hacia el sur, soy cada vez más consciente de que me enfrento a una decisión que podría cambiar radicalmente el curso de mi vida: ¿bruja o muggle? 
Por otro lado, lo que me espera en Mordor es mi padre, sangre de mi sangre ¿no? Lo normal sería no estar planteándome estas cosas. La gente normal, las hijas normales, no deberían plantearse estas cosas.
Pero yo no soy una hija normal. Yo no puedo olvidar. No puedo pasar por alto que siempre me he considerado una niña probeta muy barata.

Allí al fondo veo el castillo. Y yo aquí, de brazos cruzados, con este frío que hiela y sin saber qué hacer. 
No viene nadie. Estoy sola. 


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