domingo, 12 de febrero de 2017

Sing Street

Me muero por ver Sing Street otra vez. ¿No es ese el mejor comentario que se puede hacer de una película? Desde luego es el más honesto que se me ocurre; la película lo merece. 
Sing Street es, ante todo, una película profundamente humana: su gran virtud es su poder para generar empatía. Hoy más que nunca me niego a contaros de qué va porque la línea más básica de esta historia es tan conocida que podría daros una idea equivocada de lo que es Sing Street. Un único apunte sobre el tema: me importa muy poco que no renueve el género porque Sing Street nunca deja de hacer las cosas a su manera. 
Viví el final de Sing Street al borde del asiento y con el corazón en un puño, pero en realidad las que aún me acompañan son unas escenas muy concretas: tres hermanos bailando en el desván, lanzarse al agua sin saber nadar, dos amigos en el parque, un matón que no lo es tanto. Lo importante en esta historia nunca fue ver el amor correspondido ni llegar a lo más alto (que también), sino el nacimiento de esos deseos. En ese sentido, Sing Street es arrolladoramente única.
Os dejo con "Riddle of the model". Creo que, como carta de presentación, funciona mejor que todo lo que yo haya podido escribir. 

jueves, 9 de febrero de 2017

Filmish, de Edward Ross

A veces es una auténtica suerte equivocarse. 
Me hice con Filmish pensando que sería lo que dice en la portada: un recorrido gráfico a través del cine. Ya me emocionaba bastante la idea pero, mira tú por dónde, resulta que Filmish obvia la cronología y hace una revisión temática, a la luz de la crítica del siglo XXI. Con eso me ganó totalmente. 
Tengo que reconocer que para mí Filmish es algo nuevo. No me atrevo a hablar de frescura, como pensaba hacer en un primer momento, porque a lo mejor ya existen miles de trabajos como este y soy yo la que no los conoce. Si es así, estaría eternamente agradecida a quien tuviese a bien recomendarme alguno (ya que estamos).
En fin, como ahora mismo eso no tiene remedio, vamos a entrar un poco en materia. La verdad es que Filmish es un libro complicado de comentar porque depende muchísimo de la experiencia del lector. Os cuento mi situación: a mí el cine me encanta pero en realidad no he visto tanto y tampoco leí nunca teoría sobre ello. Filmish funciona para alguien como yo porque su tono tiende a lo divulgativo. 
Ahora bien, recordemos que Filmish es más crítico que cronológico. La exposición genérica enseguida da paso al desarrollo de temas como la representación del género y la raza en el cine, por citar sólo algunos de los que más me impactaron. Es sobre todo en este punto donde me veo capaz de apreciar el trabajo que hay detrás de Filmish porque, aunque no sé gran cosa sobre cine, sí voy aprendiendo a reconocer una buena investigación cuando la veo. Estoy ahora mismo tras la pista de algunos de los libros que cita Ross, pero esto seguramente dice más de mí como público que de Filmish
Sólo querría hacer una pequeña advertencia antes de cerrar el post: en un par de ocasiones, Edward Ross comenta películas casi completas. A mí me sigue apeteciendo muchísimo verlas pero, claro, todo depende de cómo lleve cada uno el tema spoilers

Por cierto, Filmish se publicó aquí en España a finales de enero.

viernes, 3 de febrero de 2017

Jonathan Strange y el señor Norrell, de Susanna Clarke

Jonathan Strange y el señor Norrell me costó un triunfo. ¿Y por qué? Pues, sinceramente, ahora mismo no tengo ni idea. Lo ideal sería aclararme según escribo este post; eso suele funcionarme bien.
Pero vayamos por partes. Creo que hoy sí compensa hablar un poco del argumento: el señor Norrell y su discípulo, Jonathan Strange, son los únicos magos prácticos de toda Gran Bretaña. Ojo a la puntualización: "mago práctico". Susanna Clarke plantea una Gran Bretaña en la que la magia es una realidad perfectamente integrada en la historia común, y las asociaciones de teóricos y estudiosos de la magia no son extrañas ni denostadas. Me encanta esta fantasía "porsupuestoquesícómono" pero en esta novela llegó un momento en que todo era tan ordinario que apenas quedaba emoción a la que aferrarse. El estilo costumbrista no me va nada, por lo que veo.
Mi mayor problema con Jonathan Strange y el señor Norrell, sin embargo, es que el detallado recorrido por este panorama deja de lado el que en teoría es el conflicto principal de la novela: el enfrentamiento de los magos con el caballero del pelo como el vilano del cardo (un duende trasteando con lo que le apetece entre nuestro mundo y Tierra de Duendes, para entendernos). La resolución de todo esto me encantó pero ocupa sólo las últimas ¿qué, 100 páginas? de las 800 que tenía mi edición. Lo encuentro un poco descompensado, sobre todo porque casi me quedo por el camino. 
Es la primera vez en mi vida que me planteo que quizá un libro habría funcionado mejor dividido en más partes. Al menos yo llegué a perder de vista el auténtico nudo de Jonathan Strange y el señor Norrell: a lo largo de toda la novela fueron surgiendo distintos conflictos, cada uno con su propio desenlace, y se hacía raro seguir adelante porque no parecía haber más objetivos.
Bueno, ahora tengo las cosas un poco más claras. Espero que vosotros también.

Divergente

Sentía mucha curiosidad por la historia de Divergente aunque, sinceramente, no tanta como para leer toda la saga. Puede que ese fuese mi primer error.
Lo que me llamaba la atención de Divergente era todo eso de las facciones. Me parecía muy interesante ese concepto de sociedad; se daba un aire a Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Ahora bien, seguramente el recuerdo de Huxley me perjudicó más que otra cosa porque nunca fui capaz de aceptar del todo lo que aparece en Divergente
El esquema general es curioso pero tengo la sensación de que fallan los detalles. No veo la forma de encajar unas divisiones tan rígidas con toda la vitalidad humana. Me resultaría más fácil creerme Divergente si hablase de personas que desempeñan un determinado trabajo dentro de la sociedad. El punto en que la historia me pierde es precisamente cuando se acerca a su marca personal: el supuesto carácter de una determinada facción. Es que, a ver, la personalidad no es una mutación. Tiene demasiado que ver con el entorno y con la educación que uno recibe.
De otra forma, bueno, la historia es entretenida. Todo esto que a mí me tiene tan pillada se trata sólo al principio de la película, y enseguida sigue el progreso de la protagonista dentro de su nueva facción. Esa parte me gustó bastante; parecía más humana, más personal. Me estorbó un poco la subtrama romántica, eso sí: no me interesa una historia que parece imposible no tratar, aunque en realidad no alimente la trama principal. (Cuando lo releo suena a valoración despiadada pero sé que es una cuestión de gustos, sin más).
En fin, Divergente no era para mí. Reconozco que es entretenida, que el ritmo es eficaz... Pero tiene algo que no me encaja. No creo que siga adelante con la historia.