Ya hace casi una semana que vi El árbol de la vida pero sigo tan perpleja como en el primer momento.
Me metí de lleno en esta película sin saber qué me iba a encontrar, como de costumbre. Lo que pasa es que para El árbol de la vida igual sí hacía falta algún aviso previo. Desde luego no es una historia al uso.
Como en el caso de Chico & Rita, lo extraordinario no reside en el argumento, ni siquiera en las acciones o en los personajes. De hecho, casi parece que todo esto pasa a un segundo plano. ¿Qué es lo que importa en El árbol de la vida, entonces? Por lo pronto, lo que impacta es la estética. Otra cosa no, pero las imágenes de esta película son apabullantes.
Después del tremendo espectáculo visual, lo que nos queda es una sucesión de momentos que nosotros tendremos que ordenar como buenamente podamos. Bueno, quizá "ordenar" no es la mejor palabra posible porque lo esencial no es poner cada escena detrás de otra en concreto, sino tener lo necesario en mente para poder llegar a la raíz de lo que se nos cuenta.
Una vez allí lo que tenemos es una historia profundamente conmovedora por lo universal. Cómo no va a ser universal cuando, en el fondo, somos nosotros los que la construimos a partir de esos momentos que, más que escenas, no dejan de ser emociones, sin adornos, sin tapujos.
Puesto #180 de las 200 de Cinemanía.
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