jueves, 29 de enero de 2015

Demonios familiares, de Ana María Matute

Los finales son horribles. 
No sé vosotros, pero creo que nunca he experimentado una auténtica y satisfactoria sensación de cierre cuando se trata de libros o películas. Al menos no en el momento. Siempre tiene que pasar un tiempo hasta que por fin, supongo, estoy lista para decir adiós. No sé, puede que ni por esas. Es posible que mi sensación de cierre no sea más que un intento más o menos fracasado de adaptación a la ausencia. 
Lo curioso de todo esto es que realmente Demonios familiares no tiene un final. Las circunstancias han convertido esta novela en una historia sin conclusión, así que estos desvíos parecen más fuera de lugar que de costumbre ¿no? En cierto modo así es, pero no del todo. 
Aunque seguramente no tiene sentido, lo cierto es que Demonios familiares me ha dado lo más parecido a una verdadera sensación de cierre de toda mi vida. Será porque el epíteto de "inconclusa" ya mitiga bastante el golpe. 
Sin embargo, no deja de sorprenderme el hecho de que, a pesar de todo, Demonios familiares no se siente como una historia a medias. A lo mejor es porque su final podría ser cualquiera; es un asunto que queda a nuestra imaginación. Ya se nos da información suficiente como para aventurar unas cuantas posibilidades, ¿por qué no aprovecharlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario