Cuando no parecía posible recuperar la abrumadora esencia del cine de los ochenta, llegó Super 8 para demostrarnos que estábamos equivocados. Por lo menos yo lo estaba.
Sea como sea, el caso es que esta película te atrapa desde el primer minuto. No es que no sepas qué va a ocurrir (porque, no nos engañemos, no tenía tanto margen para actuar) sino que te mueres por saber cómo. El interés de Super 8 es, por así decir, más inmediato: es el momento en sí lo que cuenta, y no tanto lo que vendrá después. Recuerdo, por ejemplo, haber comentado esta película nada más verla y sólo poder hablar de escenas muy concretas y aisladas del resto.
Y sin embargo, Super 8 funciona como conjunto, y lo hace extraordinariamente bien. No sé cuándo fue la última vez que una película me fascinó hasta este punto y, lo que es más, todavía no sé por qué. Sé que Super 8 está bien hecha, que está bien contada, que saca un partido inmenso a unos recursos que ya estaban allí (que siempre habían estado allí) sin llegar a ser nunca cansina, pero aún queda algo por descifrar.
A lo mejor esa es la cuestión. A lo mejor innovar no hacía tanta falta como pensábamos; puede que sólo nos hiciese falta esta espectacular retrospectiva para volver a valorar los misterios del cine, el gran protagonista de esta película.
Puesto #136 de las 200 de Cinemanía.
Sea como sea, el caso es que esta película te atrapa desde el primer minuto. No es que no sepas qué va a ocurrir (porque, no nos engañemos, no tenía tanto margen para actuar) sino que te mueres por saber cómo. El interés de Super 8 es, por así decir, más inmediato: es el momento en sí lo que cuenta, y no tanto lo que vendrá después. Recuerdo, por ejemplo, haber comentado esta película nada más verla y sólo poder hablar de escenas muy concretas y aisladas del resto.
Y sin embargo, Super 8 funciona como conjunto, y lo hace extraordinariamente bien. No sé cuándo fue la última vez que una película me fascinó hasta este punto y, lo que es más, todavía no sé por qué. Sé que Super 8 está bien hecha, que está bien contada, que saca un partido inmenso a unos recursos que ya estaban allí (que siempre habían estado allí) sin llegar a ser nunca cansina, pero aún queda algo por descifrar.
A lo mejor esa es la cuestión. A lo mejor innovar no hacía tanta falta como pensábamos; puede que sólo nos hiciese falta esta espectacular retrospectiva para volver a valorar los misterios del cine, el gran protagonista de esta película.
Puesto #136 de las 200 de Cinemanía.
Hoy vi una película que aún no sé cómo se nombra, pero te diré una cosa: no puedo entender el modo en que, diametralmente ajeno, un director puede llegar a asumir que la concatenación de planos sublimes es efectiva. Joder, me pasó con dos pelis: "La cinta blanca" del puto Haneke y una que vi hoy en el Filarmónica; ¿qué pasa, que está de moda el hincapié en la escena memorable? A mí la calidad suprema de un plano me distrae del itinerario argumental. Y es que son así, joder, acampas en cada escena sin querer y te pierdes en ese mismo instante...
ResponderEliminarA mí me pasó lo mismo que a ti con La cinta blanca. Yo creo que al final cualquier exceso está mal: pon un plano brillante, uno solo aunque sea, y te dará una escena perfecta.
EliminarNo creo que sea una cuestión de modas; deben de ser manía de unos cuantos y ya. O por lo menos los otros llegan a un cierto equilibrio y no se nota tanto.