Pocas novelas me impactaron tanto como El juego de Ender, de Orson Scott Card. Hace casi seis años que la leí, pero aún recuerdo la desazón que sentí cuando cerré este libro por última vez. En su momento no me veía capaz de subsistir sin la secuela, pero no la tenían en mi librería de confianza así que tuve que pasar otra cosa. Y hasta ahora.
Sobreviví al final de El juego de Ender y a todo el drama que yo misma me monté, pero la impresión nunca me abandonó del todo. Por eso me puse tan nerviosa cuando apareció esta película; siempre fui muy maniática. Lo único que puedo decir en mi defensa es que todos tenemos en mente esa adaptación que nos pone en guardia a la mínima ocasión.
Os podéis dar cuenta por el póster de que también pasaron unos cuantos años desde el estreno de El juego de Ender hasta que por fin la vi. Qué le voy a hacer. A lo mejor mi subconsciente me estaba forzando a postergar el drama como había hecho con los libros. Nunca lo sabremos.
El caso, por ir entrando en materia, es que El juego de Ender me encantó. Sin más. Esta adaptación me tenía casi completamente aterrorizada porque la novela de Scott Card se mueve en esa riquísima zona gris de la moral que muchas superproducciones no terminan de encajar. A menudo parece que el cine comercial necesita un héroe al que seguir y un villano que odiar. El juego de Ender, que empieza como un clásico relato de ciencia ficción, abandona muy pronto ese terreno y logra plantear uno de los conflictos más maduros y más humanos que he leído en mi vida. Qué alivio poder decir que todo eso aparece en la película.
Creo que debo añadir, sólo para que conste, que sí faltan un par de detalles. No es una queja, ni mucho menos; a fin de cuentas, lo que quedó fuera de la película es una subtrama muy basada en la palabra, un elemento casi abstracto, que probablemente habría ralentizado demasiado la trama principal. También es verdad, sin embargo, que suprimirla por completo redujo a dos personajes a poco más que extras. Pero bueno, no me lamentaré demasiado. Entiendo que esta subtrama se sostiene mucho mejor en un libro que en una película. Lo comento sobre todo para poneros la miel en los labios, a ver si alguien se anima a leer El juego de Ender, aunque la película ya se lo haya dado casi todo.
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