"Comedia metafísica", decían. Terminé Ubik y aún no entiendo a qué se referían con eso. Sólo sé que no me reí leyendo este libro; incluso me hizo sentir incómoda, aunque eso no es necesariamente malo.
A lo mejor el problema es que mi sentido del humor no encaja con el de Philip K. Dick; no sería la primera vez que me pasa esto con una novela. Por lo que se ve, la risa y la desazón son dos caras de la misma moneda, y está en la mano de cada uno decantarse por una u otra. Ahí yo tengo poco que hacer, si no nada.
Lo único que puedo tener claro sobre Ubik es que dentro de un tiempo seguramente no me acordaré de qué ocurría ni cómo; sólo conservaré esta sensación extraña como de no haber entendido un chiste. De verdad que sigo sin encontrarle la comedia a esta novela. En fin, cosas que pasan, supongo.
Recuerdo que ya en los primeros capítulos de Ubik las imágenes que se pasaban por mi imaginación no se correspondían con las descripciones del autor. No sé por qué, estaba adaptando el paisaje futurista de Dick a lo que a mí desde el siglo XXI me parecería futurista. No he sido justa, y lo lamento profundamente, pero no lo hice adrede: surgió así, sin más. Puede que eso sea lo más metafísico que ha supuesto este libro para mí.
Escribiendo este post, me planteo que quizá acabé cayendo por esos derroteros porque no veía un gran valor literario en Ubik. No llegué a hacerlo nunca, ni siquiera al cerrarlo por última vez. También son cosas que pasan de vez en cuando; no siempre se da con el libro más adecuado para uno.
No quiero caer en el miedo al género (a estas alturas...). No quiero creer que en algunas obras el fondo devora a la forma; prefiero pensar que hay por ahí algún libro que concilia una trama arrolladora con un estilo rotundo. Yo no encontré eso en Ubik, pero seguiré buscando.
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