Esta serie me maravilló.
Es que no sé ni por dónde empezar el post. Si por un casual no me gustó todo en Sense8, ahora mismo no me puedo dar cuenta de cuál sería una nota discordante.
A lo mejor me entusiasmo tanto porque, sinceramente, no esperaba gran cosa cuando la empecé. Imaginaba que debía de ser una historia entretenida y con cierto interés, claro, pero no creía que pudiese estar tan bien desarrollada.
Supongo que, llegados a este punto, debería hablar al menos un poquito del argumento de Sense8. Nunca consigo que quede bien, pero me parece que en esta ocasión no me puedo librar. En fin. Sense8 reúne las historias de ocho personas de distintos puntos del planeta que pueden intercambiar sus pensamientos, sus habilidades, sus emociones. Y esto, que aquí parece tan prosaico y tan simplón, está extraordinariamente bien contado en Sense8.
Yo diría que en parte eso se debe a que lo sobrenatural de esta historia se pone al servicio los personajes, y no al revés. De esta forma, se los va descubriendo poco a poco, casi más por la forma en que interactúan unos con otros que por los tradicionales flashbacks. Creo que es precisamente su primera reacción frente a estas cosas tan raras que les van pasando lo que sienta las bases de la temporada.
Esa es otra. A nadie le sorprenderá que al principio todos los protagonistas piensen que sufren alucinaciones. La cuestión es que, tal y como está planteado el argumento, esas conexiones, aun las más inoportunas, son naturales para ellos. Es decir, la opción más racional convive con la inexplicable certeza de que eso es lo normal. Este conflicto, como todo en Sense8, sigue el ritmo de los personajes. Si tuviese que elegir uno solo, diría que este es el punto fuerte de la serie.
Ahora sólo falta conocer los orígenes de todo. Anoche terminé la temporada así que aún no he tenido tiempo de asimilar que se me viene encima una larga espera. De momento puede más el alivio de saber que habrá una segunda temporada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario