jueves, 29 de noviembre de 2012

Melancholia

Una se plantea cuando empieza Melancholia que a lo mejor toda la película son imágenes a cámara lenta. Imágenes muy bien hechas, eso sí. Imágenes tan inquietantes que no se puede decir de ellas que sean bonitas pero tampoco negar, ni mucho menos, que se graban en la retina o adonde puedan agarrarse.
Por fin parece que la historia va de una boda. Una pareja feliz y enamorada que se casa. Que llega tarde al banquete porque la limusina no puede llegar: tanta elegancia es demasiado alargada para esta carreterita (si somos buenos la podemos llamar así). Una pareja que de pronto no parece tan feliz. Yo no he ido a muchas bodas, pero desde luego el brindis de esta era muy raro.
Como ya es tradición en este blog, no os contaré cómo acaba la celebración. Sólo os adelanto que se va haciendo cada vez más raro y así sigue hasta que termina toda la película.
No podría decir si me gustó o no. Quizá en algunos momentos se llega a hacer excesivamente lenta (recuerdo un par de miradas al reloj) pero lo que sí tengo que reconocerle, quitándome el sombrero, es lo sorprendente de cada momento y lo perfectamente que encajan todas las piezas al final. Pista: los primeros minutos de Melancholia son el mayor spoiler que he visto en mi vida. Lo más gracioso es que no funciona como spoiler: llega un punto en que no puedes creer que vaya a ocurrir aquello. "Tiene que ser un sueño", piensas. "O una metáfora", insistes, iluso. Ése es el punto fuerte de Melancholia.

martes, 13 de noviembre de 2012

Hijo de bruja, de Gregory Maguire

Tengo que reconocer que acabo de terminar Hijo de bruja y estoy experimentando sentimientos contradictorios. Sabía cuando la empecé que, siendo una segunda parte (os acordáis de Wicked, ¿no?), estadísticamente era muy probable que no cumpliese mis expectativas. Sin embargo, Hijo de bruja ha roto todos mis esquemas y ni siquiera podría decir si en el buen o el mal sentido.
Me ha pasado con algunas series de televisión que han dejado de gustarme porque perdían el norte. De pronto, una escena suelta, vista en busca de algo mejor que ver, planteaba muchas preguntas y sentía la necesidad de ver todo lo que me había perdido, que a veces podía ser mucho. Esto me repatea, me molesta y mucho.
Con los libros a veces ocurre algo parecido: una secuela que no llega al nivel de su predecesora pero plantea un final tan abierto que no se puede evitar caer en la trampa y correr a por el siguiente volumen. 
Es, por supuesto, lo que me ha pasado con Hijo de bruja. Nunca llegó al nivel de Wicked y de hecho hasta me planteé dejar la serie antes de que llegase a ser mala (porque, con todo, Hijo de bruja no es un mal libro; es sólo que el listón estaba muy alto). Pero leí el final y empecé a subirme por las paredes. No puedo parar ahora. No sé si la tercera parte, Un león entre hombres, irá a mejor o a peor. La verdad es que casi me da igual. No me puedo quedar así, tengo que saber qué pasa. Ya os contaré.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Kill Bill Volumen 1

Tarantino trasciende géneros; es su don. 
Una se pone a ver una película de Tarantino y sabe que sobre todo se va a encontrar mucha sangre.
Ya habíamos hablado de Tarantino a propósito de Reservoir Dogs y, la verdad, después de aquello no queda mucho más que decir. No suele pasarme, pero mantengo lo que dije en su momento. Como mucho, estoy hasta más entusiasmada que entonces. 
Lo que me gusta de este director es que consigue darle una forma nueva a películas clásicas como, en el caso de Kill Bill, las de artes marciales. Se puede ver que esto no es lo típico. No sé exactamente qué cambia porque no soy una forofa de este tipo de cine pero sí creo que hay algo que hace a Kill Bill muy diferente. Me baso más que nada en que nunca pude aguantar una de esas películas hasta el final y, sin embargo, Kill Bill hasta se me hizo corta.
Está claro que la venganza, piedra angular de esta saga, no es algo ni mucho menos nuevo. El sello de Tarantino quizá esté en la hábil conjugación de tradición y vanguardia, solemnidad e innovación. Además de, por supuesto, los litros y litros de sangre que casi constituyen la marca de la casa.
Kill Bill, que en principio no parece más que la historia de una mujer que desea vengarse de aquellos que casi la destruyeron, es una película brillantemente concebida y realizada. Es simplemente apabullante, imprescindible.

Puesto #36 de las 200 de Cinemanía.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Memorias de una geisha

Es bastante probable que Memorias de una geisha sea de esas novelas que, una vez adaptadas al cine, pierden. No me refiero sólo a detalles. No podría decir qué es exactamente pero creo que todo buen lector sabe a lo que me refiero. 
A veces ni siquiera hacer falta leer la novela para darse cuenta de que debe de ser mejor que la película o, por lo menos, más completa. Sospecho que es lo que ocurre con Memorias de una geisha. La película me dejó con muchas ganas de leer el libro así que ya os contaré entonces.
Pero, centrándonos en lo que nos ocupa hoy: Memorias de una geisha es una película muy bonita. Yo no sé nada de geishas y de cultura japonesa ya ni hablamos. Tampoco se puede tomar esta película como un documental: no vas a saber más cuando la acabes que antes de empezar. Que a mí eso me da igual, pero hay gente para todo.
Lo que sí me maravilló fue su fotografía. No suelo fijarme en estas cosas pero la de Memorias de una geisha, por su expresividad, me llamó especialmente la atención. La estética de esta película está muy cuidada y quizá sólo por eso merece la pena pararse a ver Memorias de una geisha, porque la evolución de la imagen, el cambio de colores de una etapa a otra, es casi un personaje más.
Lo único que casi diría que sobra es la voz en off de la protagonista haciendo una retrospectiva sobre su vida. Es verdad que la narración en primera persona (como supongo que está la novela) es muy difícil de trasladar al cine pero juraría que he visto películas en las que se solucionaba de una forma mejor, más elegante o, más bien, más carismática. Pero bueno, eso va por etapas, supongo, etapas mías.
Voy a quedarme con que Memorias de una geisha me dejó muy buen sabor de boca (aunque el final no me gustó mucho, la verdad). La volvería a ver, con eso os lo digo todo.