Una se plantea cuando empieza Melancholia que a lo mejor toda la película son imágenes a cámara lenta. Imágenes muy bien hechas, eso sí. Imágenes tan inquietantes que no se puede decir de ellas que sean bonitas pero tampoco negar, ni mucho menos, que se graban en la retina o adonde puedan agarrarse.
Por fin parece que la historia va de una boda. Una pareja feliz y enamorada que se casa. Que llega tarde al banquete porque la limusina no puede llegar: tanta elegancia es demasiado alargada para esta carreterita (si somos buenos la podemos llamar así). Una pareja que de pronto no parece tan feliz. Yo no he ido a muchas bodas, pero desde luego el brindis de esta era muy raro.
Como ya es tradición en este blog, no os contaré cómo acaba la celebración. Sólo os adelanto que se va haciendo cada vez más raro y así sigue hasta que termina toda la película.
No podría decir si me gustó o no. Quizá en algunos momentos se llega a hacer excesivamente lenta (recuerdo un par de miradas al reloj) pero lo que sí tengo que reconocerle, quitándome el sombrero, es lo sorprendente de cada momento y lo perfectamente que encajan todas las piezas al final. Pista: los primeros minutos de Melancholia son el mayor spoiler que he visto en mi vida. Lo más gracioso es que no funciona como spoiler: llega un punto en que no puedes creer que vaya a ocurrir aquello. "Tiene que ser un sueño", piensas. "O una metáfora", insistes, iluso. Ése es el punto fuerte de Melancholia.