lunes, 4 de abril de 2016

¡Ave, César!

Sólo un minuto de ¡Ave, César! y ya estás metido en la historia; es el magnetismo de los Coen.
Lo que pasa es que da la sensación de que la historia está algo diluida. Hay tantos frentes abiertos que a veces resulta difícil centrarse en la trama principal, a pesar de que su asunto está perfectamente definido. 
Lo escribo, lo releo, y me planteo que a lo mejor en su momento me dejé llevar por un reluciente truco de prestidigitador. Puede que lo que entonces consideré "trama principal" no sea más que la excusa que desencadena la peripecia y, en el fondo, no tiene más trascendencia que esa. 
Si estoy en lo cierto, ¡Ave, César! es una película que da mucho más peso a un segundo significado que apenas tiene que ver con la anécdota más llamativa. Me estoy haciendo de rogar porque todo se desvela en las ultimísimas escenas de la película y no quiero estropearos el final. Lo mejor es llegar a esas pequeñas perlas sin sospechas ni prejuicios, y poder salir del cine con buen sabor de boca. 

2 comentarios:


  1. Acabo de ver "Una pastelería en Tokio". Me gustó bastante. Es una película de seres solos, marginados y tristes (me recuerda los cuadros de Hopper, no sé si va con dos pes o con una) en contrate con la belleza y la alegría de los cerezos y de la brisa que los mece o los agita, depende de la secuencia. Te la recomiendo. Es para personas que viven despacio, se fijan mucho en el camino y ven la vida más a lo hondo que a lo ancho. Como es cine japonés hay un par de cosas que me sorprendieron: los largos silencios que entretejen los diálogos y la ausencia de música.
    Como siempre este mensaje pretende mantener el contacto contigo más que otra cosa.
    Buen final de domingo, Ana.

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    1. Tiene muy buena pinta, María José, gracias por la recomendación. ¡Me la apunto!

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