lunes, 11 de julio de 2016

The Enchanted, de Rene Denfeld

No sé si es algo nuevo o rompedor de por sí, pero yo me decidí a leer The Enchanted cuando oí que uno de los personajes actuaba como narrador omnisciente. Mejor dejamos la supuesta novedad a un lado y pasamos a lo importante de verdad. 
Sin entrar en muchos detalles, sí os puedo contar que la novela se desarrolla, básicamente, en el corredor de la muerte de una prisión indeterminada. El personaje que os comentaba antes es uno de los presos allí encerrados así que os podéis imaginar que es del todo imposible que sepa realmente qué ocurre fuera de su celda. Se lo inventa todo, me diréis. Ya, bueno, es una manera de leerlo, supongo. Pero tan sosa... Estuve demasiado tiempo buscando una salida a esa lectura como para dejar el asunto así. 
Es que son demasiadas convenciones las que se invierten en The Enchanted. Para empezar, los únicos que no tienen nombre propio son los protagonistas: el tío sin dientes del comedor que no sale más que diez líneas está perfectamente identificado, pero el personaje de la investigadora, por ejemplo, nunca es más que "the lady". Que los tiros vayan por ahí o no es otra historia. Lo que está claro es que The Enchanted necesita discusión. No sé si captáis la indirecta.
Sin embargo, a pesar de lo entusiasmada que he escrito todo esto, tengo que reconocer que The Enchanted no me impactó tanto como las lecturas que vinieron justo antes: Station Eleven, The First Fifteen Lives of Harry August y Ritos funerarios me parecieron novelas maravillosas, perfectas, encantadoras... The Enchanted se quedó muy cerca, sobre todo por lo mucho que me gustaría poder comentarla con alguien, pero no las igualó. Hay algunos detalles, matices, que pretendían ser suspense y, por obvios, se acabaron cayendo. Tengo la sensación de que Rene Denfeld intentaba dar pistas sobre el sentido último de su obra y se pasó. Por un poco eh, por un poquitín de nada. The Enchanted es su primera novela, y eso se puede notar en estos mínimos detalles. Estoy segura de que su tercera novela puede ser una obra maestra; desde luego tengo muchas ganas de ver qué más puede hacer. 
Por cierto, que yo sepa The Enchanted aún no está traducida al castellano. Vi una traducción alemana así que supongo (espero) que enseguida llegará aquí. Si me entero de algo os lo pongo en facebook

2 comentarios:

  1. Come y lee despacio
    Lo que leemos nos forma como personas. Del mismo modo que tenemos padres biológicos también tenemos progenitores literarios, con la suerte de que a estos últimos los podemos elegir y tirar por la ventana sin ir a la cárcel o amarlos intensamente sin caer en el incesto.
    Pero no conviene ser lectores bulímicos, consumidores compulsivos de obras que apenas hemos masticado. Es más útil leer con mapa, con la conciencia clara de dónde se está para huir del caos. Ante la inmensa oferta de librerías y bibliotecas no hay que lanzarse con ritmo histérico a la lectura. Mejor, valorar y elegir.
    Vayan por delante estas palabras de excusa o de culpa porque he tardado treinta días en leer y digerir Canadá, de Richard Ford.
    Este es el resultado.
    Canadá (primera parte): un mapa para situar mis sentimientos
    Un montón de sentimientos me ha agitado el libro. Sentimientos que requieren experiencias previas, acumuladas en la memoria en forma de datos, hechos y situaciones. El estado emotivo pasajero (las emociones son fugaces) que me ha propuesto Canadá recolocó algo que para mí era caótico y confuso. De un revuelto ha surgido, como una fotografía nítida, una imagen largamente buscada por mí. Una disección perfecta en un campo tan resbaladizo como el de los sentimientos.
    Me explico.
    Como mujer mayor, separada y madre, nunca nadie jamás me había puesto al alcance de mis ojos y de manera tan prodigiosa la soledad, el desamparo y la desorientación que siente un adolescente ante un hecho decisivo en ese momento de su vida y que tal vez en el futuro se convierta para él en algo secundario,, mera anécdota. Nunca nadie jamás había realizado con palabras un análisis tan prodigioso de un hecho “incorrecto” que va a afectar al microcosmos de relaciones afectivas que unen una familia.
    Ford, como un maestro del estilete, desmenuza esa situación: algo les ocurre a los padres de unos adolescentes que los pone al otro lado de la ley. Pero la parte emocional no es tan rápida como la judicial y de ahí la infinita orfandad de esos chicos porque los sentimientos no se dirimen en tribunales ni juzgados, los sentimientos son otra cosa más inaprensible, abstracta y difícil de manejar.
    Repito, el novelista me ha mostrado magistralmente qué puede sentir un chico cuando su vida ordinaria se desmorona. En este sentido la primera parte de Canadá llegó a mí como el libro apropiado en el momento adecuado.



    ¡Uf! comentario muy largo. No me deja enviarlo. Te dejo mi correo y si me respondes te lo paso por ahí majofefe1257@hotmail.com

    Siempre en mi recuerdo. María José

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    1. ¡Hola, María José!
      Perdona que haya tardado tantísimo en responder. Me pillas encadenada al trabajo de fin de máster, que me está llevando mucho más tiempo del que yo pensaba (y quería).

      Me ha encantado tu análisis de Canadá. ¡Y eso que no está entero! Me había picado la curiosidad cuando me comentaste que lo estabas leyendo, pero ahora definitivamente quiero leerlo. Y pronto.
      Muchas gracias por todo.

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