A veces me pregunto cómo era el mundo antes de saber que Darth Vader era el padre de Luke y Leia, o cómo debió ser no saber qué le pasaría a Han Solo.
Una vez más, la cultura popular se encargó de que aquellas ya no fueran incógnitas para nosotros y, sin embargo, El imperio contraataca sigue teniendo el mismo efecto. Nunca entenderé cómo es eso posible.
Lo que sí parece claro es que no es el impacto de esas revelaciones lo que distingue a esta película. No sé vosotros, pero creo que era lo que yo pensaba hasta ahora; parece que me ha venido bien todo este tiempo extra para replantearme las cosas.
Si echo la vista atrás y comparo El imperio contraataca con Una nueva esperanza, lo que más me llama la atención es que el episodio IV daba una cierta sensación de cierre que en esta ocasión brilla por su ausencia. Al final de Una nueva esperanza queda claro que aún hay mucho camino por recorrer, pero al menos los protagonistas están sanos y felices. La historia planteaba un conflicto que quedaba resuelto al final de la película, al menos en lo más inmediato. El imperio contraataca, por su parte, amplía las fronteras de su predecesora. En cierto modo, funciona como esas novelas de paso que detienen el avance de la trama para contemplar el paisaje y, por qué no, también para regodearse un poco.
Quizá el auténtico valor de El imperio contraataca es que muestra por primera vez la inmensidad de un universo que, aunque magnético, en Una nueva esperanza aún parecía finito.
Puesto #6 de las 200 de Cinemanía.