Llevo un tiempo dándole vueltas a esa extraña idea de la originalidad.
Recuerdo que hace unos años estaba hablando muy entusiasmada con mi madre sobre una película que me había impactado sobremanera. No especifico títulos porque, aunque es la ocasión que recuerdo más claramente, sé que no fue la única. El caso es que mi madre me miraba muy benévola y al final me explicó que le parecía hasta gracioso que yo hablase de esa película como si fuese una auténtica revolución cuando hacia décadas que ese barrera ya se había derribado.
Es lo que me vino a la mente cuando veía Cuando Harry encontró a Sally. Son tantas las comedias románticas que intentan modernizarse y darle vueltas a la historia que resulta curioso echar la vista atrás y ver que ya estaba hecho. A mí desde luego esta película me pareció muy moderna. Aunque, ahora que lo pienso, seguramente esa no es la mejor palabra para describir esta situación.
En fin, más valdrá dejar este debate a un lado antes de que la crisis existencial se haga insoportable o terminemos por demoler los cimientos del tiempo.
Lo importante es que Cuando Harry encontró a Sally es una película con mucho encanto. Es una comedia romántica de esas que te llenan una tarde, sin largas esperas, sin ratos muertos: Cuando Harry encontró a Sally te da lo que necesitas cuando lo necesitas, y puede que hasta un poco más. Hombre, sorprender no sorprende porque, al fin y al cabo, este es un género que se grita a los cuatro vientos. Aun así, creo que es una de las pocas comedias románticas que trata con auténtico mimo a sus protagonistas: no se limita a los clásicos estereotipos de chico y chica, sino que les permite tener sus propias contradicciones sin hacer de ellas su sello de identidad o una marca de rareza; Harry y Sally son, en el fondo, personas que te puedes estar cruzando todos los días sin darte cuenta.
A lo mejor a veces vale más que la "originalidad" deje paso a la vida real. Vete tú a saber.