Dicen que más vale tarde que nunca. Yo no estaría tan segura.
IV
Por fin el misterioso sendero tuvo a bien desaparecer y dar paso a césped. Básicamente césped. Ya sabéis: esa especie de moqueta verde que cubre la explanada de Windows; para qué perder el tiempo describiéndolo más cuando todos lo hemos visto al menos una vez en nuestra vida.
Miré a mi alrededor, disfrutando de las vistas. Llené mis pulmones del aire puro que ahí sí podía respirarse. No pude evitar sonreír al comprobar que hasta mí no llegaba ningún olor. Claro que ello también podía deberse a que hubiese perdido el olfato. No sé, qué más da.
Oí un rugido.
Bueno, no era un rugido exactamente. Desde luego era algo animal, pero todavía no podía saber a qué pertenecía; estaba demasiado distorsionado por la distancia.
Pero se acercaba.
Una especie de cohete pasó a toda velocidad sobre mi cabeza, dejando tras de sí una larga cola de humo blanco. Lo más sorprendente de todo, sin embargo, era que aquella especie de rugido salía del cohete.
El misterioso proyectil se estrelló a pocos metros delante de mí. Me acerqué; supongo que lo hice porque no he visto Encuentros en la tercera fase. No sé, qué más da.
Esperaba encontrarme con un amasijo de hierros, hilos metálicos retorcidos siguiendo un intrincado patrón o ninguno en absoluto.
Ahí había una lechuza. Un ave que me miraba fijamente, ceñuda (aunque no sé si las lechuzas pueden parecer enfadadas o si son así), como perdonándome la vida. Tss.
Ya estaba pensando en comérmela cuando vi que de entre sus alas asomaba tímidamente algo blanco, que podía suponerse el comienzo de un rectángulo. Sin perder de vista al animal que, sin embargo, no parecía tener el más mínimo interés en mí, extendí la mano con la intención de extraer el objeto. Pero en cuento me acerqué, el cuerpo mismo de la lechuza lo expulsó con un sonido metálico y pude ver bien de qué se trataba.
Era una carta. Un sobre grueso, con mi nombre pulcramente escrito y sellado con cera. Remite: Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Mi primer impulso fue cagarme en su puta madre. Terminé de leer y así lo hice. Alto y claro, sobre todo muy alto. Reconozco que llevaba años esperando por aquello, negándome a ser "una simple muggle". Y justo cuando lo tenía asumido aparecía. Ahora que tenía, no planes, sino una misión. Una misión; que son palabras mayores.
La carta decía también, aparte lo típico, que lamentaban mucho el retraso. Explicaban que se debía a la difícil adaptación a los nuevos medios, entre los que destacaban lechuzas electrónicas como la que probablemente tendría delante de mí. "Más vale tarde que nunca", añadían.
Bromas aparte, nunca he entendido los refranes. Más vale tarde que nunca, A caballo regalado no le mires el diente, Más vale pájaro en mano que ciento volando... ¿A quién se le ocurren esas cosas?
Oí un rugido.
Bueno, no era un rugido exactamente. Desde luego era algo animal, pero todavía no podía saber a qué pertenecía; estaba demasiado distorsionado por la distancia.
Pero se acercaba.
Una especie de cohete pasó a toda velocidad sobre mi cabeza, dejando tras de sí una larga cola de humo blanco. Lo más sorprendente de todo, sin embargo, era que aquella especie de rugido salía del cohete.
El misterioso proyectil se estrelló a pocos metros delante de mí. Me acerqué; supongo que lo hice porque no he visto Encuentros en la tercera fase. No sé, qué más da.
Esperaba encontrarme con un amasijo de hierros, hilos metálicos retorcidos siguiendo un intrincado patrón o ninguno en absoluto.
Ahí había una lechuza. Un ave que me miraba fijamente, ceñuda (aunque no sé si las lechuzas pueden parecer enfadadas o si son así), como perdonándome la vida. Tss.
Ya estaba pensando en comérmela cuando vi que de entre sus alas asomaba tímidamente algo blanco, que podía suponerse el comienzo de un rectángulo. Sin perder de vista al animal que, sin embargo, no parecía tener el más mínimo interés en mí, extendí la mano con la intención de extraer el objeto. Pero en cuento me acerqué, el cuerpo mismo de la lechuza lo expulsó con un sonido metálico y pude ver bien de qué se trataba.
Era una carta. Un sobre grueso, con mi nombre pulcramente escrito y sellado con cera. Remite: Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Mi primer impulso fue cagarme en su puta madre. Terminé de leer y así lo hice. Alto y claro, sobre todo muy alto. Reconozco que llevaba años esperando por aquello, negándome a ser "una simple muggle". Y justo cuando lo tenía asumido aparecía. Ahora que tenía, no planes, sino una misión. Una misión; que son palabras mayores.
La carta decía también, aparte lo típico, que lamentaban mucho el retraso. Explicaban que se debía a la difícil adaptación a los nuevos medios, entre los que destacaban lechuzas electrónicas como la que probablemente tendría delante de mí. "Más vale tarde que nunca", añadían.
Bromas aparte, nunca he entendido los refranes. Más vale tarde que nunca, A caballo regalado no le mires el diente, Más vale pájaro en mano que ciento volando... ¿A quién se le ocurren esas cosas?